miércoles, 12 de septiembre de 2012

La puñalada

Hipocampo Editores
2009

Usted debe estar pensando, como muchos, que yo estoy muy feliz de tener a Malena como enamorada, pero déjeme decirle, profesor, que estas últimas semanas, en la Universidad y en mi casa, han sido para mí un verdadero infierno. Me siento terriblemente mal. Siento algo así como si me hubieran clavado una puñalada en el corazón. No, en serio, profesor, no le miento ni exagero nada, en verdad la estoy pasando muy mal, tanto es así que le confieso que estoy a punto tal vez de cometer una terrible locura. Por eso he querido conversar con usted para contarle las cosas que me están sucediendo. Espero no le incomode que me haya acercado así de sorpresa a su oficina y le haya pedido que por favor me escuche unos minutos y me dé sus consejos. Gracias, profe. Yo sabía que usted iba a saber escucharme y comprenderme porque es bastante joven y además inspira mucha confianza, por eso en el salón la gente lo admira y lo estima mucho, yo en especial. Sí pues, profesor, como le comentaba, la estoy pasando muy mal estos días debido a mi relación con Malena. Ah, pero no le voy a negar que las primeras semanas que pasé con ella fueron quizás las más felices de mi vida. Todo fue maravilloso. Le cuento que cuando nos conocimos a inicios del primer ciclo, yo no hacía más que mirarla y mirarla durante y fuera de las clases. Es que desde el comienzo quedé embobado por ella. Ni se imagina, profe. Me encantó su manera tan desenvuelta de comportarse. Sus aires de diva por sentirse una de las chicas más admiradas de la facultad. Su manera tan provocadora de caminar. Sus gustos tan particulares. Además de su carita y su lindo cuerpo, claro. Siempre tomaba la iniciativa en todo. Si hasta fue ella quien hizo que nuestra relación comenzara. Es que yo me moría por Malena, pero no sabía cómo decírselo. Antes yo nunca me había declarado a ninguna chica, profe. Siempre se me han acercado las muchachas bonitas, no me puedo quejar, pero toda la vida yo he sido bastante cobarde, desde los tiempos del colegio. Ah, y no solo en cuestión de amores, sino también pues para las discusiones y las broncas con los palomillas del barrio, y recordar todo eso ahora me llena de rabia porque yo siento que he cambiado mucho y estoy convencido también de que las cosas no siempre tienen que permanecer igual, uno tiene que aprender a quemar etapas para iniciar cosas nuevas en la vida, ¿no cree, usted, profe? Ya ve, entonces tengo mucha razón. Por eso le digo que ahora que han pasado los años, así como yo, muchas cosas tienen que cambiar, porque el gran cobarde que fui ya se murió. Sí, profe, antes era un verdadero cobarde para todo. En verdad, se lo juro, cómo le voy a mentir a usted, pues. Pero el tiempo pasa y todos cambiamos. Sí, profe, acertó, hace unos meses ya cumplí los dieciocho años, ya soy ciudadano, ya no estoy para niñerías, ¿no cree, usted? Pero como le digo, antes siempre fui muy chupado en cuestión de muchachas y otras cosas más que ahora no vienen al caso, creo. Claro, anteriormente, después de grandes esfuerzos, había salido al cine con algunas chicas de mi barrio, pero todo así en plan de amigos nomás. Por eso cada vez que con Malena nos íbamos en el ómnibus yo quería decirle lo que sentía por ella, pero las palabras no me salían para nada, todo se me trababa, lo máximo que había avanzado fue acariciarle las manos algunas veces hasta que un día que viajábamos en el ómnibus al ritmo de Soda Stereo ella se me acercó y me dio un terrible beso que nunca voy a olvidar, profe. Sí, buenazo el primer beso de Malena en el ómnibus. Claro, después de ese beso declararle mi amor ya fue algo más fácil. De allí todo fue bacán, profesor. Durante el segundo ciclo siempre nos íbamos juntos al salir de la Universidad. Parábamos de arriba para abajo todo el tiempo. Los amigos decían que hacíamos una bonita pareja, aunque ella me lleva un par de años, como usted debe saber. Pero lo más bacán de esas semanas del segundo ciclo fueron nuestros paseos por el Parque de la Reserva y el Campo de Marte. También gracias a ella fue que conocí más sobre el rock clásico porque fuimos a algunos conciertos que organizaban sus antiguos amigos del colegio. Ah, y algo mejor fue que Malena me hizo conocer las películas de Kurosawa y Godard porque en varias ocasiones fuimos a la Filmoteca para ver el ciclo completo de esos maestros del cine. Pero recuerdo como algo especial la tarde que, mientras vagábamos por las calles de la ciudad, a ella se le ocurrió de un momento a otro que ingresáramos a un viejo cine para ver una película de estreno. Lo recuerdo como algo especial, no por la película en realidad, creo que fue una peli de terror, de las que a ella también le gusta ver, sino porque esa tarde dentro del cine ella no se mostró interesada en la película y eso me gustó muchísimo. Le cuento que casi toda la función nos la pasamos besándonos como locos en un rincón, amparados por la oscuridad. Yo terminé con los labios hinchados de tantos besos esa tarde. Me acuerdo muy bien de ese día, profe, porque además de los besos apasionados que nos dimos, ella permitió por primera vez que le acariciara los senos, incluso recuerdo que fue ella quien llevó mis manos hacia sus pechos. Está bien, profesor, no seré muy detallista al respecto, pero es que recuerdo todo y me emociono y me gana la lengua, pues. Desde ese día ya agarramos más confianza. Nos veíamos en la Universidad y salíamos todos los fines de semana. En mi casa, mis padres comenzaron a sospechar porque empecé a salir muy seguido y porque ya no me veían tan apegado a los libros que antes tanto me gustaba leer. A mí me hubiera gustado contarle a mi padre todas estas cosas, pero él solo vive para sus amigos y las fiestas, además estoy seguro de que lo hubiera tomado todo a la broma y se la hubiera pasado fregando a cada momento. Y mi madre, ni hablar, ella habría pegado el grito en el cielo y más si se hubiera enterado de que Malena me lleva dos años. Será tal vez por eso que he querido contarle todo esto a usted que es un profesor muy correcto, buena gente y que se lleva chévere con todos sus alumnos. No me lo agradezca, profe, es la purita verdad, nada más. Y le cuento, pues, que las cosas llegaron a su punto más alto cuando, a fines de ese segundo ciclo, una tarde Malena me invitó a su casa para presentarme a sus padres. Yo fui muy bien vestido para impresionar, recuerdo que durante todo el trayecto a su casa trataba de encontrar una cara que me hiciese parecer un poco mayor, y así disimular mis dieciocho años. Pero cuando llegamos a su casa nos dimos con la sorpresa de que sus padres no se encontraban. La casa estaba vacía, profe. Toda la casa estaba vacía para Malena y yo. Entonces ella preparó unos refrescos en la cocina y me dijo que pasáramos a su habitación para ver unos videos de conciertos de David Bowei y Jim Morrison hasta que volvieran sus padres. Pero pasaba el tiempo y sus padres no regresaban. Poco después, Malena me confesó al fin que sus padres no volverían hasta muy de noche porque ahora recordaba que habían ido a visitar a un pariente que esa tarde estaba de cumpleaños en un distrito lejano. Entonces fue que se me abalanzó como una verdadera gata en celo y me llenó de besos y caricias por todo el rostro y el cuello hasta que comenzó a desvestirme y… está bien, está bien, profe, solo le diré entonces que esa tarde pasó pues. Fue mi primera vez y la pasé de lo mejor. Ni se imagina las cosas maravillosas que Malena me hizo en esos momentos. Fue un día que jamás podré sacar de mi cabeza, pase lo que pase. Bueno, pues, así de lo mejor continuamos los primeros meses de este tercer ciclo, todo se convirtió en un verdadero vicio para nosotros; sin embargo, en estas últimas tres semanas, de un momento a otro, las cosas han cambiado muchísimo, profe. Es por eso que le digo que la estoy pasando muy mal últimamente, me siento espantosamente mal, como si hubiera recibido una horrenda puñalada en pleno corazón y siento por eso que estoy al borde de cometer una verdadera locura. Además, como resultado de todo esto, no he cumplido con algunos trabajos de la Universidad y estoy saliendo muy mal en los exámenes, pues no logro concentrarme en los estudios un solo instante, hasta pesadillas he tenido las últimas semanas. No sé qué puedo hacer, por eso he venido hacia usted para que me pueda ayudar con sus palabras, profe. Bueno, le cuento, pues. Hace tres semanas, Malena cambió rotundamente, ha sido como si de pronto se hubiera transformado en otra persona muy distinta a la Malena que yo he comenzado a amar intensamente, y eso es muy doloroso. No sabe cuánto me afecta ahora su frialdad, su lejanía. Está bien, profe, no se preocupe, no voy a llorar, pero es que todo esto me resulta tan difícil de comprender. Y además esta situación me hace sentir dispuesto a todo por ella porque, como le dije, uno no siempre tiene que ser un verdadero cobarde, pues, eso estuvo bien para los tiempos del colegio, las cosas no siempre tienen que permanecer igual, ¿no cree usted? Le cuento que desde hace tres semanas ella está buscando siempre cualquier pretexto para irse sola después de clases. La primera vez me dijo que tenía que encontrarse con una prima para ir de compras y yo le creí, pero ahora me sale con cada cuento que yo no creo, por supuesto. Inclusive ahora que la llamo los fines de semana para ir a la Filmoteca, como lo hacíamos siempre, me dice que está muy ocupada con las tareas de la Universidad o que sus padres la van a llevar hacia alguna reunión de familia y así solo podemos vernos de cuando en cuando, y a mí eso me atormenta porque yo siento que la necesito más que nunca, profe. Siento que necesito de su presencia, de su voz, de su cuerpo. Es una vaina esto de estar terriblemente templado. Sí, profesor, yo comprendo que ella también seguro necesita su espacio, que no siempre va a estar dependiendo de mis deseos de verla, pero este cambio abrupto también me llena de muchas dudas, pues. Claro que yo he conversado con ella al respecto, profe, pero Malena me dice que nada ha cambiado, y eso no es verdad porque yo siento que muchas cosas han cambiado, profe. Pero ella insiste con lo mismo y me dice, de nuevo, que todo sigue igual en su corazón, que lo único que sucede es que ahora anda más ocupada con sus quehaceres familiares y que quiere tener más tiempo sola para pensar también en sus cosas. Yo sé que todo eso es mentira. Sé que me engaña desvergonzadamente. Ella dice que me sigue queriendo como siempre y me pide que la comprenda, pero la verdad, profe, es que no le creo absolutamente nada de lo que me dice; es más, en estos días he comenzado a sospechar ciertas cosas que han despertado en mí unos celos espantosos que me torturan terriblemente como una puñalada clavada en el pecho. ¿Usted ha sentido celos alguna vez? Entonces debe saber muy bien que esto es lo más jodido que le puede pasar a un hombre que ama intensamente a una mujer, perdóneme la palabrita esa, profe, pero es que es la purita verdad pues, los celos son un sentimiento tan fregado que te quema el pecho y la cabeza, y te llena el cuerpo de una sensación horrenda que te impulsa a cometer cualquier locura. Mire, profesor, le voy a contar que últimamente, cuando estamos conversando con los amigos en el parque de la Universidad o en el comedor o en cualquier parte, ella recibe algunas llamadas a su celular y rápidamente se aleja de nuestro lado para no ser oída; yo me siento terrible en esos instantes no solo por los celos que me invaden, sino también porque los amigos comienzan a mirarme como diciendo qué estúpido eres, acaso no terminas de darte cuenta de nada, cornudo. Yo le he comentado todo esto a ella y Malena me dice que es su madre quien la llama y que no quiere que nadie escuche las discusiones que a veces tiene con ella por teléfono, que eso es todo. Y últimamente cuando le reclamo sobre algunos de estos asuntos que encienden mis celos, ella se enoja y me dice que yo soy enfermizamente celoso y que con seguridad será eso el único motivo por el que al final terminemos separándonos. Yo, por temor a perderla, tengo que permanecer callado cuando se producen esas malditas llamadas o cuando coquetea con algunos muchachos de otras facultades. No sabe lo que me cuesta disimular los celos y la furia que me atormentan en esos instantes. Y es que ella es tan hermosa y al mismo tiempo tan coqueta que hace que todo el mundo quiera arrancarla de mi lado. Pero le aseguro, profe, que no voy a perderla. Yo estoy dispuesto a todo por ella. Yo la amo y no la quiero perder por nada del mundo, por más que estos celos no me dejen en paz y me estén matando cada día. Porque, déjeme decirle, profesor, que todo esto no termina aquí, sino que hay un motivo principal que causa mi desesperación. Hace un par de días sucedió algo inesperado y este es el hecho que en realidad me hace exclamar que siento un mortífero puñal clavado en el pecho y que estoy a punto de cometer una terrible locura. Esta bien, profe, trataré de calmarme para seguir conversando. Hace dos días fue el cumpleaños de una compañera del salón y los muchachos decidieron celebrar su cumple en una de esas discotecas que están cerca a la Universidad. Sucedió que todos pedimos algunos tragos y comenzamos a bailar hasta que horas después la gente comenzó a embriagarse. Ya algo mareada Malena me pidió que la llevara a su casa, y durante el trayecto en el ómnibus de pronto comenzó a hablarme y sus palabras agudizaron mi tragedia, primero me besó y me dijo que yo le gustaba mucho, pero que, en realidad, yo aún era muy niño para ella; que a ella, por lo contrario, siempre le han atraído más los hombres algo mayores y que lo mejor era que nuestra relación ya no continuase más, pues no quería lastimarme. Cada una de esas palabras fueron golpes fulminantes para mí que me dejaron sin poder responder nada, ella tampoco dijo más en ese instante, pues se apoyó en mi pecho y cerró los ojos para poder dormir un poco, ya que al parecer el viento había incrementado su embriaguez por eso no pudo ver las lágrimas que habían comenzado a rodar por mis mejillas. Entonces, antes de que se quedase dormida del todo yo le hice algunas preguntas que ella respondió entre sueños. Minutos después, tuve que zarandearla para que bajara muy cerca de su casa. Sabe, profe, ayer y hoy la he vuelto a ver en el salón y me ha saludado con un beso en los labios como si esa noche no me hubiese dicho absolutamente nada. Me parece que en realidad no recuerda las cosas que me dijo, porque esa noche, antes de quedar completamente dormida en el ómnibus, me confesó algunas cosas que yo me moría por saber; ahora no las recuerda y seguro desea continuar con su jueguito, desea seguir burlándose de mí, precisamente de mí que la amo tanto, caracho, eso me enardece muchísimo, usted no sabe cuánto. No, profesor, yo no hablo sin estar seguro de nada, ahora sí ya tengo la certeza de que ella desea seguir burlándose de mí de manera descarada. Y sabe, profesor, por qué le digo todo esto. Bueno, pues, porque esa noche, en el ómnibus, ella misma me confirmó, entre sueños, lo que unas amigas que alquilan una habitación cerca de la Universidad me habían contado días antes. Estas chicas me comentaron que la semana anterior habían visto a Malena saliendo muy de noche de un hostal cercano a la Universidad, acompañada de un hombre. Yo no les creí absolutamente nada y las mandé a rodar, por supuesto, pero la duda ya estaba clavada como un puñal candente en mi corazón. Y fue por eso que esa noche, mientras íbamos en el ómnibus, le hice la bendita pregunta y ella me confesó, entre sueños, que ese hombre mayor que la había convertido en su amante era uno de nuestros profesores de la Universidad, y luego añadió que ese profesor no era otro sino usted, nuestro tan admirado profesor de Literatura. Le confieso que se me ha hecho muy difícil creer todo esto. Por eso, después de darle muchas vueltas a este asunto, he venido a buscarlo a su oficina para contarle esta historia y así de paso poder indagar más al respecto y estar completamente seguro de todo. Ahora, déjeme decirle, profesor, que usted con sus últimos gestos de animal acorralado y esa risita forzada que delata aún más su nerviosismo y esa gota de sudor que lentamente comienza a resbalar por su frente han despejado todas mis dudas, es por eso que en estos instantes en que usted torpemente se pone de pie para salir huyendo como un cobarde yo me adelanto a su huida, le cierro el paso y le devuelvo, de sorpresa y con toda mi rabia acumulada, este puñal ardiente que Malena y usted me clavaron por la espalda. Y sabe principalmente por qué lo hago, porque no está bien, pues, que uno siga siendo un verdadero cobarde toda la vida. ¿No cree usted, profesor?